miércoles, 16 de noviembre de 2011

EN LA CIUDAD DE LAS FURCIAS


La tristeza de un hermoso monstruo

-ANO. Gomorra. Tú has nacido para un día límpido, solía pensar mientras caminaba por las calles de su natal Monterrey. Era la forma de evitar el tormento de ver senos apretujados en escotes. Senos ajenos, lejanos, que se perdían en la oscuridad de las discotecas y salían manoseados rumbo a algún motel. Entonces, un día en que se quedó en cama, sin ganas de salir, decidió dedicarse a comer tortas de jamón y llenarse de migas el regazo. Subió de peso. De tanto estar en el colchón comenzó a escararse. Después se cansó de andar cansado y decidió levantarse. No pudo. Contrataron unos obreros que rompieron las paredes del cuarto y una grúa lo sacó de su nido, desde el que aulló su desdicha con la boca llena de migas de torta de chocolate. Se vio en el espejo: Una foca diabética. En su tronco notó la expresión de una bestia más desamparada que la que tenía su cara gorda. Recordó las tetas y se tocó las suyas; era el momento de la revancha en un lugar donde nadie supiera si era hombre o mujer. Llegó el momento en que por fin habría de lucir unas enormes glándulas mamarias. Se fue a Gomorra, el reino de las furcias tetonas. Pero allá las bestias eran ignoradas. Un negro trató de accederlo carnalmente. Un chino también. Sólo un danés lo sedujo, emborrachándolo mediante, y lo enamoró. Después dejaron solo a este gordo que espera en Gomorra a que diosito se acuerde de la ciudad del pecado y lo convierta en una estatua de sal en la que un perro pincher pasa su lengua.  


1 comentario:

  1. QUE VIDA DE MIERDA..DONDE ENCUENTRAN TANTAS HISTORIAS DE MIERDA...DE DESOLACION..

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