lunes, 21 de noviembre de 2011

ZOOLÓGICO DE MONGÓLICOS

El tucán apoyándose en el hombro de Dios. 
ANO- Johanesburgo. Dios te hizo Dios, a su imagen y semejanza. Por eso te enjauló para que todas las bestias que pueblan la tierra sepan de tu divinidad y den testimonio de que tú no nos has abandonado; en cambio, podrán decir las huestes terrenales que te han visto comiendo bananos, mocos y muchos mocos. ¿Quién estará apresado? ¿Ese montón de hombres que te miran y te tiran mani o tú, que tras los barrotes exhalas eternidad a diestra y siniestra? Tu compañero de jaula, el Tucán, se picotea el buche y habla como un loro. Te dice lo que siempre has querido escuchar: "me quiero morir, maestro." Tu lo agarras del cogote y, tentado a extrangularlo, prefieres lloriquear y hacer que de tu nariz mane un líquido salino que sorbes como si fuera agua del río Jordán. Recuperada la calma, vuelves a tu meditación. El mundo se acaba y tú, enjaulado, solo ries mientras te pellizcas las nalgas. 



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