jueves, 20 de octubre de 2011

GAME OVER, MUAMAR

Una furcia envalentonada con la victoria
ANO- Sirte. Como Mario Bross, morirás mil veces antes de morir del todo, le dijo mentalmente la furcia a Muamar mientras este se quitaba el atuendo parisino que le regaló Sarkozy para aquella noche nupcial. En ese entonces ni la furcia ni Khadafi sabían que el juego de video había comenzado y que ellos serían el botín del vencedor. Él, que siempre creyó en la fundación de un imperio asentado en el Sahara y sus alrededores, buscó algún hongo que le diera la inmortalidad pero sólo encontró dragones y ángeles que los cabalgaban en sus alucinaciones. Ella, entretanto, descreyó de Alá: se dedicó a lucir trajes lascivos, tejidos con besos propinados por los eunucos traídos del Nilo egipcio y con toqueteos dados por negros provenientes del nublado corazón del Congo. El amanecer que su esposo, monarca y pontífice de la Jamahiriya fue acechado en su palacete, ella decidió asesinar a cada uno de sus sirvientes sexuales para creer, de nuevo, en Alá. Khadafi retornó a la casa donde nació. En el cuarto de su adolescencia se masturbó recordando a la furcia entre las ruinas de su sueño: Si no había una Sheredzada que hiciera más digerible su espera, estaban las monerías que su última esposa hizo, simulando que él era tan hombre como cualquiera de los negros que él le regaló al verla tan infeliz. Game Over, Muamar. Se agotaron las reservas vitales. Ella lo sabe y, mientras se une a los rebeldes que se enseñorean por Libia, espera que algún soldado Francés la lleve a París, esa ciudad que tantas veces le refirió el pontífice de la Jamahiriya después de eyacular precozmente dentro de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario