miércoles, 24 de agosto de 2011

LOS OLOROSOS AÑOS DE LÁZARO


-ANO. Jerusalén. Un olor a mierda o a muerto (que es casi lo mismo) ha emanado el cuerpo de Lázaro durante siglos. En el medioevo se dictaminó que el Señor le propinó  un latigazo cuya huella era ese inmundo olor. Lázaro, entonces, emprendió la escritura de un libro en donde fundamentó el castigo de la resurrección; Jesús le había ordenado que se levantara y andara pero jamás le dijo a qué lugar debía ir y, a juicio del resucitado, el Mesías tampoco le sentenció una nueva muerte, condenándolo a deambular por el mundo como “cualquier judío errante”. También ha trasegado las calles de Tel Aviv, con explosivos adheridos a su cuerpo, gritando “¡Ala Akbar!” y ha visto cómo todos los que pasan a su alrededor se desvanecen con el abrazo de la explosión y él ni siquiera sufre un rasguño. Entre otros roles, ha sido Nazi en Berlín durante el primer semestre de 1945, Menchevique en la revolución de 1917, un comunista que se apostó en la entrada de Estadio Nacional de Chile a fines de septiembre de 1973, negro antiesclavista en el siglo XIX en el sur de Estados Unidos y, en Vietnam, esperó a que del cielo le lloviera Napalm en 1973. Siempre ileso. Siempre oliendo a muerto o a mierda (que es casi lo mismo). Lázaro espera que los Mayas tengan razón y que todo esto acabe pronto, aunque no le extrañaría que el planeta entero estalle y quede suspendido en el espacio exterior como “cualquier cometa vagabundo” porque el Hijo del Hombre le ordenó que se levantara y andara pero, jamás, que volviera a morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario