jueves, 1 de septiembre de 2011

NUBÍFAGO

-ANO. Belmopán. Intentó remediar el instante en que decidió enamorarse con una imprecación. Las maldiciones fueron su escudo para defenderse del tiempo. Supo que, por medio de otras huellas que tacharan lo vivido, podría inventar otra opción de pasado. Se marchó a unas cuevas y en ellas dibujó un cielo lleno de bruma sobre el que impuso una equis, tachándolo para siempre. Salió a la superficie pero la mujer con ese olor a nube que impregnó su casa durante el verano que vivieron juntos, persistió en sus neuronas. Miró al cielo y, sin saber por qué, se bajó los pantalones y comenzó a masturbarse. Ahora debe quedarse encerrado en su cuarto, sin atisbar el menor pedazo de firmamento porque, de llegar a ocurrir, comienza a lacerar su glande con la misma mano que hizo falsas pinturas paleolíticas y tocó el pelo de ella durante un caluroso verano.

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