jueves, 24 de noviembre de 2011

NADA QUE HACER

Y así será desde siempre, por siempre y para siempre. Amén.

-ANO. Villa Pinzón. Y siempre comenzar con un alguna vez  porque no hay otra manera para referirse a esos tiempos que parecen haber sido producto de alguna ensoñación que surge en medio de la desgracia. Tiempos pasados que mienten tanto como el futuro. Alguna vez ese caballo fue el conquistador que, junto a Atila, se hizo amo y señor de algo similar al universo. Otra vez, fue el ganador del gran derby de Kentucky; su jinete, en la noche de aquel día triunfo, entró al establo donde él dormitaba y se ahorcó. Entre un tiempo y otro sólo ha variado el color de su pelo y  su cuerpo, pero  algunos genes son los mismos que aparecieron en la noche originaria del mundo. Aluna vez y otra vez, mañana y ayer, todo se lo tragan esos genes que van directo al abismo de la desaparición perpetua. Ahora el habitáculo de esa información genética nada entre la mierda y deshechos industriales que inundan al pueblo. El río contaminado hasta sus tuétanos se ha desbordado y viene a tragarse a todos los que lo han envenenado y a quienes no. La venganza recae sobre culpables e inocentes y así ella pervive como los genes hasta que algo o alguien decida que esto no va más. Algo le dice al caballito que alguna vez hubo gloria: ¡Nada, nada más nada que no hay nada que hacer!


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