jueves, 29 de septiembre de 2011

DESPERTARES EN SAIGÓN

Super Kakashi reclamando el botín de guerra al maestro Nguyen.

ANO- Ho Chi Minh. Se encarnizó la guerra celestial. Puntual como la muerte, Super Kakashi llegó a la antigua conchinchina buscando a los monjes más férreos del templo. En un gesto de altivez cerró los puños sobre su pecho, levantó el mentón y con los ojos encendidos como el de un dragón retó al maestro Nguyen. Los más jóvenes del monasterio entre burlas y risas señalaban a Super Kakashi, reprochándole a ese cabeza de chorlito la irreverencia de sus fervorosos años. El maestro Nguyen se acercó al inferior retador y le inquirió cómo podía estar a la altura para luchar contra él. “Con el método Bruce Lee” fue la respuesta serena de Super Kakashi. Las risotadas se escucharon a lo extenso de todas las hectáreas de arroz que quedan al norte del delta del río Mekong. El maestro controló la risa y para fanfarronear un poco con sus alumnos, inclinó la frente sobre el joven retador aceptando la pelea. Dos tiempos, dos formas de concebir el orden del espíritu se cruzaron entre las patadas y puños que iban y venían en la cruda batalla. El maestro Nguyen levitó sobre el suelo y dando un giro como el de Neo de Matrix propinó una patada sobre la mejilla del impertinente retador. Pero Super Kakashi no demoró en levantarse del suelo y sostuvo el puño al nivel de su abdomen, absorbiendo la energía atómica de las esferas del dragón, soltándolo luego para alcanzar el pecho del monje y arrojarlo hacia el otro extremo de la sala. Un grito de desconcierto salió de las bocas de todos los aprendices. Entonces Super Kakashi hizo el salto de la rata hasta alcanzar el cuerpo del viejo y con los dedos de sus manos agarró nuevamente los pectorales de Nguyen y le ordenó ser suyo. El viejo, entre la humillación y el miedo a la muerte, aceptó la propuesta. Los aprendices, incrédulos, se acercaron al derrotado maestro y le sugirieron vengar su honor. Pero el viejo estiró la jeta en un puchero de bebé y les confesó que había perdido a propósito, puesto que el joven Super Kakashi le había enamorado. Volvieron a aparecer las risas en las caras de los jóvenes monjes. Esa noche todo el reino celebró al calor de las hogueras y el sake.


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